La mamá de T. Z. vio que un amigo de su hija que no conocía la había dejado allí, afuera de su casa, en calle Cabo Deseado, a eso de las cinco de la mañana de ayer. La joven estudiante aspirante a contadora estaba en estado de ebriedad, al punto tal que no se quería bajar del auto. Por eso fue que la madre debió “obligarla a bajar”, relató el fiscal Fernando Dobson el sábado en la mañana, en los Tribunales de Punta Arenas.
Una vez adentro, T.Z. reaccionó “de manera agresiva contra su madre, propinándole golpes de palmada en el rostro, ocasionándole además la rotura de los lentes ópticos que tenía puestos, los que resultaron quebrados, para luego continuar agrediéndola, tomándole el pelo con ambas manos, además de propinarle diversas patadas” recordó el persecutor.
La pareja de la mamá, al ver lo que ocurría a esas horas de la madrugada, intentó separarlas. Una vez que lo logró, T.Z. no encontró nada mejor que tomar “un jarrón de vidrio, arrojándolo contra su madre, que impacta contra un menor de iniciales M.Z. de 13 años (hermano de T.Z ), que en virtud de los gritos y ruidos, se había levantado a ayudar a su madre, de manera que el jarrón le impacta en un brazo, resultando con lesiones”.
El escándalo fue tal que hubo que llamar a Carabineros, los que llegaron a tiempo suficiente como para sorprender el delito de agresiones menos graves en flagrancia, en contexto de violencia intrafamiliar, en contra de la madre y el menor.
La justicia ordenó orden de alejamiento: T.Z. quien deberá ir a buscar sus cosas prontamente para llevarlas donde su abuela, quien la esperaba en la sala del recinto de justicia.
La preocupación de T.Z. en ese momento, por cierto, era su abuela: la vio y comenzó a llorar. Ya cuando conversó con el juez Herrera, le preguntó: ¿Y qué va a pasar con mis perritos?