L
a tierra chilena es testigo de una historia marcada por movimientos telúricos. Desde el devastador terremoto de Valdivia en 1960, el más potente jamás registrado, hasta el reciente sismo en el Paso Drake en 2025, el país ha aprendido a convivir con la furia de la naturaleza.
El 22 de mayo de 1960, a las 15:11 horas, un estruendo subterráneo sacudió Valdivia y buena parte del país. En menos de un minuto, el suelo comenzó a moverse con una magnitud de 9,5 en la escala de momento sísmico, liberando una energía descomunal. Las olas del tsunami posterior arrasaron con la costa sur, dejando más de 2.000 muertos y un país en ruinas. La tragedia trajo consigo un hecho escalofriante: la comunidad mapuche de Collileufú, de la comuna de Saavedra en la Región de la Araucania, en busca de equilibrio, recurrió a un sacrificio humano a orillas del mar, el del niño José Painecur. Un acto envuelto en misterio y que, décadas después, sigue siendo un tabú difícil de abordar.
Ahora, 65 años después, Chile vuelve a temblar. El 2 de mayo de 2025, a las 08:58 horas, un terremoto de magnitud 7,5 estremeció el extremo sur del país, con epicentro en el Paso Drake. Aunque su impacto no fue perceptible en ciudades como Punta Arenas, la alerta de tsunami encendió las alarmas. La Región de Magallanes, menos acostumbrada a estos eventos, recordó que el suelo bajo sus pies es tan impredecible como en el resto del país.
Este nuevo episodio sísmico nos recuerda que la historia de Chile está escrita en sus movimientos de tierra, en sus cicatrices y en la resiliencia de su gente. Desde Valdivia hasta la Antártica, cada sismo es una página más en el libro de una nación forjada en la fragilidad geológica del planeta.