Pese a que las exigencias y necesidades de la vida actual reducen considerablemente el tiempo libre y las opciones de esparcimiento y relajación, dormir unos minutos al día, es una de las cosas que el magallánico “no perdona”.
Actualmente existe una gran cantidad de estudios científicos realizados por universidades y centros de investigación y salud de todo el mundo, en relación al rendimiento mental y físico entre las personas que acostumbran dormir unos minutos durante la jornada y quienes no se dan ese espacio entre sus actividades.
A diferencia de otras regiones de Chile, en Punta Arenas esta costumbre de antaño aún prevalece gracias al ritmo de vida que se lleva en la capital magallánica, que es mucho más relajado que en otras ciudades, además que las distancias favorecen un pronto traslado desde el trabajo o la escuela hasta el hogar.
En una encuesta
telefónica realizada por Diario El Pingüino a 137 personas, se pudo constatar que al menos siete de cada diez habitantes de la ciudad tienen por costumbre “echarse una siesta” en algún momento del día, principalmente después de almuerzo.
Esta costumbre, en promedio, se hace más frecuente entre personas de 50 años en adelante y los estudiantes, ya que su agenda de actividades les permite desconectarse unos minutos y recobrar energías para finalizar la jornada.
“Claro que hago siesta. Desde cabro me acostumbré y es muy raro que no lo haga. Cuando no duermo aunque sea diez minutos después de comer ando sin fuerza en la tarde”, comenta Enrique Aguilar, de 63 años, quien desde hace 35 atiende su almacén.
Esta costumbre se ha transmitido por generaciones, ya que el ritmo de vida que se tenía hace al menos 30 años era mucho más lento que el de nuestros días, lo que permitía a la mayoría de las personas “reposar el alimento” antes de volver al trabajo.
Los jóvenes, por su parte, tienen también esta costumbre y necesidad de dormir unos minutos, ya sea antes del almuerzo o a mitad de la tarde, ya que los estudios demandan un gasto considerable de oxígeno y glucosa, “alimento” principal del cerebro humano.
“Cuando llego a la casa me duermo. A veces una hora o menos, porque mi mamá se enoja y me reta”, afirma Felipe M., mientras esperaba “el 220” para ir a su hogar.
Esta costumbre no precisa un tiempo prolongado, ya que según estudios a nivel mundial, entre 15 y 20 minutos son suficientes para darle al cerebro un descanso del estrés y re oxigenarse para afrontar los desafíos de la segunda jornada del día.
En una entrevista con Carla Low, sicóloga puntarenense, asegura que dormir la siesta trae “grandes beneficios al rendimiento de las personas. En esos minutos, el cerebro se libera del estrés y tensiones generadas por las actividades realizadas durante el día. Incrementa la capacidad de atención y respuesta para resolver problemas y tomar decisiones”.
Esto se debe a que “el cansancio no sólo es físico, sino mental y darle a nuestro cerebro unos minutos para recuperar energía son fundamentales”, comenta.
Pocos minutos bastan
Según los expertos, una siesta no debe ser mayor a 30 minutos, ya que extender por más tiempo el descanso modifica el ritmo natural del organismo y alterar de forma negativa el estado de ánimo y el rendimiento, además de dificultar la conciliación del sueño por la noche.
Incluso estudios realizados por la NASA, revelaron que tomar una siesta de 26 minutos tiene grandes ventajas para la salud de las personas, ya que precisamente esa duración, no más ni menos, provoca una considerable disminución de riesgos cardiovasculares a mediano y largo plazo, además de liberar la tensión y aumentar la capacidad de concentración y reforzar el estado de alerta en las personas.
Los científicos de la agencia espacial estadounidense, informaron que dicho estudio fue elaborado para mejorar la efectividad de los controladores aéreos, pero puede aplicarse en general.
Consejos
La palabra “siesta” proviene del latín “Hora Sexta”, equivalente al lapso entre las 12.00 y 15.00 horas, que era el momento del día en que los romanos hacían una pausa de sus actividades para reponer energía.
En ese sentido, tomando en cuenta que el promedio de las actividades cotidianas se aproximan a las ocho de la mañana, el mejor horario para tomar unos minutos de descanso sería entre las 13.00 y 15.00 horas, ya que el nivel de energía decrece por el aumento de melatonina en el organismo.
La oscuridad es un factor que favorece la conciliación del sueño, debido a que aumenta la producción de melatonina, una hormona que ayuda a regular los ritmos de sueño y mejora el descanso, es por eso que durante los largos períodos de oscuridad en el invierno magallánico se reflejan en un aletargamiento de las personas.
Otro factor que aumenta considerablemente la calidad de una siesta es la tranquilidad y el silencio. Expertos aseguran que escuchar música o dejar encendida la televisión mientras se logra conciliar el sueño y durante el mismo, mantienen un estado de semialerta, lo que resta calidad a esos pocos minutos de descanso.
En ese sentido, diversos estudios han demostrado que escuchar sonidos suaves y que logren acoplarse con el ritmo de la respiración, aceleran la conciliación del sueño y aumentan los niveles de relajación.
Científicos japoneses han comprobado además, que beber una taza de café antes de tomar una siesta ayuda en el proceso de reincorporación, ya que la cafeína tarda cerca de 20 minutos en ser absorbida por el organismo, lo que coincide con el tiempo promedio recomendado de sueño para “recargar baterías”.
Por Pedro Meza.