
En la sala, la madre estaba sentada a menos de dos metros de la persona que apuñaló a su hijo y a ratos exteriorizaba su rabia y angustia.
De acuerdo con lo señalado por el fiscal, el 15 de noviembre Valverde estaba en su lugar de trabajo (en San Juan) cuando al mediodía llega Vera, acompañado de su pareja, a exigirle la devolución de varias especies de su propiedad que, al parecer, se las había sustraído la víctima. Lo invitó a tomarse un mate y después Valverde salió al exterior e ingresó a una pesebrera. Vera lo siguió, lo increpó por el robo de sus cosas, y luego lo hirió con un arma cortopunzante en el muslo derecho y en el tórax. La víctima abandonó la pesebrera y caminó unos 300 metros. Se presume que cayó y que no pudo pararse, falleciendo por anemia aguda al no recibir asistencia médica.
Como los días pasaban y Valverde no llegaba a casa la familia interpuso una denuncia por presunta desgracia en el Retén de Agua Fresca. También recurrieron a una mentalista y finalmente el jueves en la mañana apareció el cuerpo del malogrado puestero. La data de muerte se estableció entre siete y nueve días.
Lo curioso fue que el mismo Vera se contactó el martes 15 con la PDI, para informarles que se encontraba en San Juan y que había recuperado las pertenencias que denunció ante la policía como robadas. Detectives llegaron a ese lugar a confirmar los dichos de Vera, claro que éste nunca les confesó que había acuchillado a Valverde, quien en esos momentos seguramente comenzaba a agonizar en el turbal donde días después sería encontrado sin vida.
Un testigo que el 15 de noviembre se juntó a “matear” con el puestero escuchó decir a Vera, al volver de la caballeriza: “Le pegué unos buenos pinchazos”, en alusión a Valverde.
Después de una extensa audiencia, el juez Juan Villa acogió la prisión preventiva solicitada por el fiscal, pese a la oposición del abogado defensor.