
Las historias de tragedias aquí abundan: personas que debieron abandonar sus hogares en pijamas con el agua hasta la cintura se repiten una y otra vez, pero también una característica que tienen en común los damnificados es la entereza y valentía con la que enfrentan las adversas condiciones. La frase “vamos a salir adelante” se escucha claro y fuerte en cada hogar en que el barro reina.
Impacto
A eso de las 10 horas de ayer, Gustavo Serón salió desde la Escuela Pedro Pablo Lemaitre con dirección a su casa, ubicada en calle Ignacio Carrera Pinto 130. Llegar no fue una tarea simple, la acumulación de tierra superaba el metro y medio de altura a lo largo de toda la cuadra, por lo que el trayecto tuvo varias dificultades.
Cuando por fin estuvo frente a su hogar quedó impactado, porque el descenso del nivel del agua dejó al descubierto el daño que ocasionó el desborde; los pisos totalmente dañados, el barro escurriendo por toda la vivienda, electrodomésticos inservibles, colchones mojados y sucios, el piano en que su madre hacía clases en pésimas condiciones, cientos de recuerdos deteriorados o perdidos por el lodo y agua. A pesar de este desolador escenario la entereza de Serón estremece a cualquiera, agradece con apretón de manos a las personas que trabajan de manera desinteresada, con escobas intentando sacar el barro del interior de la propiedad, además de hacer lo posible por palear el barro y agua que hay en patio.
“Lo único que me preocupa es mi mamá, ella aún no ve el estado de la casa. Ahora lo único que nos queda es luchar y salir adelante”, asegura Serón mientras recorre las habitaciones. El hombre se dirige al patio, señala una pequeña casa al final de la propiedad: “Ahí vivía una familia, ellos sí perdieron todo”, comentó. Alrededor de 45 centímetros alcanzaba el agua al interior de esta casa, en el piso flotaban distintos enceres de cocina, en la pieza la mitad de la cama estaba bajo la oscura agua.
Actualmente Serón y su familia se encuentran en el albergue. “Nosotros estamos conscientes de que nuestra vida no volverá a ser lo que era hasta varios meses más, estimo que por lo menos un año nos vamos a demorar en arreglar la casa”, relató Serón.
A pocas cuadras, en la calle Julia Garay Guerra 679 en una vivienda interior, Ana Negrón narró que en la madrugada del lunes toda la familia tuvo que ser rescatada por personal del Ejército: “A las cuatro de la madrugada salimos con lo puesto y con el agua hasta la cintura”, afirmó. “Esto ha sido muy difícil, estoy muy preocupada porque han pasado cinco días y aún no tenemos soluciones concretas. Esta casa está inhabitable no podemos volver a aquí”, dijo Negrón.
“No hemos sufrido sólo un daño económico, sino también sicológico, perdimos todo, no tenemos casa, vivimos en un albergue y no sabemos qué va a pasar con nosotros”, manifestó emocionada Negrón.
Con familiares
En una situación similar se encuentra Óscar Melgarejo, quien también vive en la calle Julia Garay Guerra: “Nos acogieron unos familiares, porque estar aquí es imposible. Aún no logramos sacar el agua y el barro en su totalidad. Nos hace falta ayuda para intentar limpiar nuestras casas”, afirmó Melgarejo.
En la calle Caupolicán 664 está la vivienda de Sixto González, quien habita en compañía de su mujer y su hijo, que sufre una enfermedad que lo mantiene postrado, para ellos ha sido complejo, actualmente viven en el albergue porque su casa está totalmente anegada. Incluso el jueves llegó desde Canadá Álvaro González (hijo de Sixto) para ayudar a sus padres quien se sorprendió con la magnitud de los daños “no pensé que había sido tan grave, dudo que mis padres y mi hermano puedan volver a esta casa por mucho tiempo, se debe limpiar, secar y también desinfectar”, comentó Álvaro.
“Es muy triste ver a mis padres a su edad enfrentar un hecho tan difícil, nosotros haremos lo posible por ayudarles, pero el próximo martes debo volver a Canadá por lo que estamos justos de tiempo”, relató el hijo de Sixto, quien trabajaba intensamente en la casa intentando sacar el agua de la propiedad.