“Hay dos Chile. Uno vive bien y gana mucho a costa de otro que se las arregla con lo que puede y estira hasta lo imposible el sueldo, ahí estamos los carteros”, sintetiza el dirigente Radomiro Angulo Silva. Tiene 33 años en la empresa, camina un promedio de 20 kilómetros al día. Está orgulloso de su trabajo, porque él mismo dice, a cada rato, hablar de Correos de Chile es hablar de la historia del país: “Llegamos a todos los rincones, desde Visviri a Puerto Williams”, precisa.
En Punta Arenas hay 34 carteros, de ellos una es mujer y gana cerca de 191 mil pesos mensuales, en un horario que va de las 8.30 a las 17 horas, dependiendo de la entrega y demanda que tenga. Otros muchos repiten su tragedia salarial.
Gloria Levicoi, de 38 años, todos los días, sin pedir permiso a las condiciones climáticas, avanza a paso rápido por la Población 18 de Septiembre. Conoce los perros buenos y malos. “Me gusta este trabajo, no me veo en otra pega… Pero estoy sorprendida de las diferencias salariales”, señala.
Su sorpresa es parte de la historia que reclaman los trabajadores. Los 23 ejecutivos que existen en Correos se reajustaron los ingresos en un promedio de 40%, lo que ha dejado una brecha salarial de 80 veces entre el trabajador que gana menos y el gerente general, quien pasó de ganar 11 millones de pesos en el año 2012, a ganar 17 millones mensuales en 2013.
“Imagínate que tengo 33 años de servicio y gano 329 mil pesos, una cifra muy por debajo de lo que gana un funcionario público en cualquier repartición del Estado. Por eso miro con desolación y tristeza el caminar de nuestra empresa, guiada por estos grupos económicos que se han querido apoderar de correos”, lamenta Radomiro Angulo.
Otra de las dificultades que aducen los trabajadores de Correos de Chile es que están obligados por ley a cumplir lo que se conoce como Servicio Postal Universal (SPU); es decir, que debe tener presencia territorial completa en Chile, sin importar la rentabilidad de las oficinas que quedan en localidades pequeñas y alejadas de los principales centros urbanos. Según el gremio, esto diferencia a Correos de Chile de empresas comerciales, que pueden escoger sólo aquellos nichos de mercado que son rentables.
El tema es que, según expresa el secretario general de la Federación de Trabajadores de Correos de Chile, Juan Riquelme, el costo de este Servicio Postal Universal lo pagan los trabajadores, porque es lo que aduce la plana gerencial para negarse a entregar un incremento real de 50 mil pesos por trabajador, especialmente para aquellos que perciben un ingreso que va entre el salario mínimo de 193 mil pesos y los 250 mil pesos mensuales.
En su paso por la ciudad, reciben el reconocimiento de la comunidad, pero también la incomprensión. Hay gente que piensa que porque llega una cuenta de una tienda comercial no debe cancelar por la entrega.
“Existe en nuestro país un decreto que fija la tarifa de conducción de correspondencia, la normativa fijó en $30 pesos el derecho por cada carta, impreso u otro objeto de correspondencia, y nos autoriza para convenir un pago mensual con los clientes”, explica Héctor Leiva Rodríguez. Lleva 31 años en la empresa, “a veces la gente se enoja”, explica, “pero una está en su derecho”, precisa.
Radomiro y Héctor vivieron de carteros en la dictadura de Pinochet. Entonces no recibían sueldo y vivían del pago de entrega por cada carta. Era un trabajo ad honorem.
“Cuando era difícil la situación en el país, ingresé por necesidad. Fue súper duro, en ese tiempo no tenías derecho a opinar, era sólo trabajar y agachar la cabeza… Entonces éramos doce carteros, ahora somos 34. Recuerdo que en nuestra sala golpeábamos con el zapato el piso y parábamos cuando aparecía el militar encargado, teníamos que callarnos. Participábamos en Pastoral Obrera y siempre luchamos por el bien del país”, cuenta Radomiro.
Y continúa: “Espero que nuestras autoridades no sean tozudas ni displicentes, los trabajadores nos merecemos ganar un sueldo decente y digno para nuestras familias. Y lo digo por todos los gobiernos de turno, nosotros harto luchamos para mejorar el país y retornar a la democracia y seguimos esperando”.
La mejor fecha para el cartero es Navidad y Año Nuevo, “ahí somos regalados por Dios y la gente nos reconoce el trabajo… Muchos tenemos como norma no cobrarle a instituciones benéficas, yo nunca lo hago con Bomberos, Cruz Roja, y otras… Tenemos mucha conciencia”, dice Héctor.
Hoy esperan comprensión. Durante décadas, han llegado a la familia, visto crecer y morir a integrantes de la familia… “Somos de la casa, sabemos quienes viven en cada domicilio, en algunos casos somos amigos… Antes de que expropiaran Playa Norte yo le hacía trámites a los viejitos, todavía me ven y saludan y cuentan sus problemas”, dice Héctor y pide disculpas por el paro.
Están acostumbrados a entregar, pero hoy esperan una buena noticia, con la misma ansia que en antaño el amante esperaba la postal de la amada. Aspiran a un reconocimiento de dignidad, un sueldo que llegue al menos a los 250 mil pesos, un pequeño gesto –dicen-, para un Chile, donde sus autoridades califican al país de exitoso en lo económico.