Néstor Castro: al maestro con cariño

General
30/11/2013 a las 11:36
Era hombre de hablar fuerte, de decir las cosas sin filtro, de aspecto serio, pero de sonrisa afable. “El Gigante” que le daba duro a los tambores hizo escuela, de la mano de su hermano Eduardo y con aquello que llamaron “El Laboratorio”. Hace unos días se cumplieron cuatro años de la partida del maestro Néstor Castro. Y aquello de “maestro” no es gratuito ni simple capricho, porque seguro que para muchos jóvenes y ya no tan jóvenes bateristas, el hombre grande de pelo largo les enseñó a golpear la “bataca” sin cesar. Pero, en el caso personal, además entregó varias lecciones de vida que se atesoran en un lugar importante del corazón.
Mis primeras imágenes de Néstor Castro vienen de la niñez, cuando alguien de mi familia me llevó hasta el “Gimnasio Cubierto” (de la Confederación Deportiva, donde hoy está el casino) a un evento musical. El único recuerdo que tengo, debido a que era un pequeño de no más de 6 años, era el hombre grande que golpeaba desenfrenadamente un tambor de su batería. Luego bajaba hasta el público, en una marcha casi hipnótica al compás de su instrumento.
Ya en mis primeros años de adolescente supe de la existencia de Néstor Castro gracias a un amigo que daba sus primeros pasos en la batería. “Sí, estoy tomando clases con el profesor Castro, en calle Maipú”, me diría.
Y fue la curiosidad que me llevó a acompañarlo y conocer al hombre grande. Para un “mocoso” de 12 años era como estar ante una estrella de rock, un Bonham magallánico.
“Mira hijito, ¿te gusta la batería?” fue lo primero que me dijo tras estrechar mi mano. Mi rostro seguro me delató, no sé si mi emoción era ver de cerca esos tambores color madera, con platillos y fierros, o estar ante la misma persona que vi por primera vez en el gimnasio cubierto.
En ese momento supe que mi amor eterno sería la batería, aquella que me fue esquiva de tener hasta mi primer sueldo, pero de la cual pude disfrutar gracias al propio “maestro”, que hasta me facilitó su batería electrónica en los ’90.
Desde ese momento, Néstor siempre estuvo ahí apoyándome con sus consejos y más adelante, cuando comencé a tocar “de verdad”, para respetarme como un colega y asumir con una modestia extrema cuando yo le enrostraba que gracias a él estaba en la música.
Ya como profesional periodista me tocó entrevistarlo muchas veces, aunque en rigor eran conversaciones, algo más serias que las que sostuvimos cuando compartimos escenario en festivales a lo largo de la región, charlas interminables en torno al cigarrillo y al infaltable “bebestible”, y con su hermano “Lalo” Castro y mis compañeros César y Nelson a la saga.
Recuerdo sus historias cuando viajó en transatlántico, ni hablar de su nostalgia por las tocatas de los ’70 y aquel récord de Los Rebeldes en 1969.
En el 2000 pude armar parte de esas historias en una extensa entrevista para el programa de televisión “Jóvenes del Fin del Mundo” y que después se reprodujo en la revista “Rock 69”. Sentado en su batería en “El Laboratorio” compartió detalles de su vida personal, se emocionó hablando de su familia y confesó el orgullo de haber podido compartir su experiencia musical, y de vida, con cientos de jóvenes magallánicos.
Néstor era hombre de hablar fuerte, de decir las cosas sin filtro, de aspecto serio, pero de sonrisa afable.
La última vez que lo vi lo encontré en la Plaza de Armas Benjamín Muñoz Gamero, “Hola hijito”, me dijo. El “maestro” no supo, y seguramente ni imaginó, que ese saludo seguía enorgulleciéndome.
En los meses posteriores se supo de su enfermedad. Pronto vendría el desenlace. Muy en lo personal, siempre he rehuido a los funerales, al punto de decir que con suerte voy a ir al mío. Pero esta vez, con excepción del de mi padre, no podía dejar de asistir.
Hoy Néstor sigue presente cada vez que cientos de magallánicos tomamos las baquetas y le damos a la “bataca”.
Él hablaba de hacer realidad los sueños, de poder vivir haciendo lo que a uno le gusta, de compartir lo que se aprende, de sonreír hasta en los momentos más difíciles. Ese era Néstor Castro, el “Hombre Grande”, “El Maestro”.

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