
Sin embargo, mientras quienes dictan las normas o dirigen nuestros destinos parecen olvidar la esencia, a aquella gente que con su andar lento, tortuoso o vertiginoso dejan su marca en la memoria colectiva, es la comunidad, el pueblo el que los eleva a la categoría de personajes populares.
Eso fue, justamente, lo que sucedió con José Manuel Toloza Alarcón, “Manolo” (48 años). Su partida, registrada esta semana, va más allá de lo que dejó su existencia. Ese adiós, a quién sabe dónde, lleva consigo el recuerdo de otros que los antecedieron y que, al igual que él, escribieron sin imaginarlo ni saberlo un capítulo en el devenir de Punta Arenas.
Acaso, Pepo es de los pocos que se atrevió a resaltar la figura de los personajes típicos, creando a ese entrañable personaje llamado “Condorito” y a su grupo de secuaces que lo acompaña en las malas y en las más malas. De ahí, no mucho más.
Alguien distinto
Personaje popular no es sólo aquel que queda en la memoria por su picardía, sus anécdotas o su humor, lo es más por su carisma, por su irreverencia, por el romper esquemas. Ya lo dijo el escritor brasileño Paulo Coelho, el “Guerrero de la Luz” es aquel que sigue viendo el mundo con ojos de niño, el que no tiene miedo de equivocarse, el que no teme llorar, el que no se deja intimidar por el silencio, la indiferencia o el rechazo, el que sorprende al mundo por ser diferente.
Eso son muchos de los personajes populares, los mismos que a los ojos de muchos pueden resultar vulgares, de mal gusto, pero que logran trascender por su sola existencia, no por obras ni discursos, sólo por su transitar.
“Manolo” encierra eso y mucho más. Es “El Panda”, “El Correcaminos”, “El Martillo”, “El Checho”, “El Arquitecto”, aquel que está ahí, que vemos a diario y que muchas veces ignoramos sin siquiera regalarle una sonrisa. Es el loco lindo, ese que roba la miradas de nuestros hijos, ese que nos pide una moneda y un cigarrillo sin querer hacer daño, el que se acerca de manera sorpresiva y sin más continúa su marcha sin destino conocido. Ese que ve pasar al mundo sin que nosotros podamos entender, el de los movimientos extraños, el de la risa indescifrable, el de la mirada perdida, el distinto, el diferente, el “Guerrero de la luz”.
Nosotros los vemos extraños, los tildamos de personajes simpáticos, sin saber la percepción que ellos tienen de nosotros. Muy probablemente, su opinión sea similar, aunque, la verdad, podríamos salir peor parados.
“Manolo” y sus pares (personajes populares) atesoran lo que nosotros hemos perdido: la inocencia, la ausencia de maldad, el actuar de manera noble, sincera y sencilla, alejado de las ambiciones pan nuestro de cada día.
El hombre del cigarrillo y la mente privilegiada se ha marchado, valorado como nunca, convertido en un personaje popular, en un “héroe” de historias que, alguna vez, serán contadas.
“Manolo”, descansa en paz.