Las comunicaciones por internet, además de curiosas e interesantes, no tienen empacho en vestir o desvestir santos, desacralizar íconos de variopinta catadura. En esta ocasión le tocó a Gabriela Mistral en su condición de persona natural y sus inclinaciones sexuales; los copuchentos de siempre habían estado intruseando ese aspecto, por las señales que dejaba entrever de vez en cuando la “divina”, pero su legado oficial, como un corcho que se suelta en alta mar, ha sacado de todas dudas a los curiosos de la vida ajena. Me llega un correo de Ursula Starke, poeta sanbernardina, que cuenta como recibió la lectura de las cartas que Gabriela escribiera a su secretaria Doris Dana, que aparecieran en un libro y que fueran comentadas en El Mercurio. Da cuenta de su conmoción primaria por la belleza literaria, y luego por encontrar en ellas a la mujer que se revela en lo íntimo, haciendo “huichipirichi” a señoronas y señorones decimonónicos, que veían venirse abajo las leyendas; sus reacciones beatas de críticos e intelectuales chilenos, que reniegan de la relación entre ambas mujeres, caótica, apasionada, que puso salsa y esperanza a los últimos días de la Mistral. Lo que la historia oficial caratula de “gran amistad” fue realmente una prueba de la capacidad de erotismo de ambas mujeres. Dice Ursula Starke: “se ha edificado a la Mistral, como una matrona asexuada, como a la ‘madre de América’, echada en su poltrona con su rostro duro, acariciando en su falda a los niños descalzos, pues con ese fetiche han lucrado y lo siguen haciendo los religiosos caballeros y señoras del statu quo literatoso y de otras índoles de corte capitalista”. Dice Starke: “En Chile se le tiene miedo a gozar a la Mistral tal como se presenta, pues es ella misma quien se encarga de destruir las fabulas que se han creado en su nombre”. Remata su artículo la escritora de San Bernardo, dando cuenta de que existe miedo a la Mistral, miedo muy chileno, clasista y machista; miedo a que la elquina haya sido lesbiana; miedo a leer sus poemas de amor, promovidos por una real pasión por otro u otra que existió y tuvo nombre. Recomendamos a las nuevas generaciones, no cargar con tanto lastre prejuicioso. 