
Con frecuencia la acción internacional para combatir el hambre o los desastres naturales ignora el factor de irresponsabilidad humana con la naturaleza. Creo que es necesario implicar a los poderes, y agentes sociales de las diversas naciones, en las opciones y decisiones que atañen al uso de la tierra, pues muchas veces terrenos que son de cultivo se orientan hacia otros desarrollos, provocando en ocasiones efectos tremendos contra el medio ambiente. Ha llegado el momento de considerar al hábitat con más estima de lo que venimos haciéndolo y de reforzar los lazos de solidaridad con las poblaciones afectadas. La pregunta surge por sí misma, con la mera medida y registro de los hechos observables: ¿cómo hacer para que la solidaridad triunfe sobre el dolor y la desdicha? De palabra es fácil dar respuesta, pero luego los hechos son los que son, y la perspectiva solidaria se va desmembrando por egoísmos del propio sistema productivo, o debido a posiciones políticas e ideológicas que fomentan la xenofobia o el cierre arbitrario e injustificado de fronteras. Si en verdad, el espíritu solidario estuviese enraizado en el mundo, no habría gente que vive en condiciones infrahumanas como los internos del principal hospital psiquiátrico de Puerto Príncipe. Conclusión: despacito y buena letra, que el hacer las cosas bien porque sí, importa más que el vocearlas y más que el hacerlas por compasión.