
La gran cantidad de información generada es almacenada por los gigantes de internet -Google, Microsoft, Facebook- y se suma a la recopilada por las compañías proveedoras de internet. Nunca las empresas habían tenido a su disposición tantos datos sobre sus usuarios y clientes, de tan distinto tipo y de manera tan sencilla.
Imagínese que cada vez que saliese a la calle, tuviese detrás a una persona anotando las calles por las que pasea, los locales comerciales en los que entra, lo que compra y cuánto gasta. En el sector del marketing online, la nueva tendencia se llama “Behavioral Targeting” que es una técnica de segmentación en base al comportamiento de navegación de los usuarios.
Esa, quizás, es una razón válida para ser “anónimo” en la red, utilizando por ejemplo sitios “anonimizadores” como http://www.anonymouse.org o http://anonym.to en donde la información sobre la navegación que se entrega es falsa, evitando entregar información real.
Por otra parte, el anonimato es una herramienta que podría considerarse como “lícitamente utilizada”, por ejemplo por trabajadores que no quieren ser despedidos por sus dichos en la red, filtración de información, miedo a darse a conocer al entorno real, como en el caso de homosexuales, adictos, sólo por nombrar algunos.
Sin embargo, el anonimato tiene usos inadecuados, considerados ilíticos e inclusive ilegales como envío de amenazas, insultos, chantajes, calumnias, mentiras dañinas y un largo etcétera que podríamos resumir en hacer “trolling”.
Acá comienza el análisis en donde las posturas son claras: “no es necesario identificarse para decir algo razonable” y por otra parte “no acepto tus argumentos porque no tengo idea con quien me estoy comunicando”.
El uso del anonimato en muchas ocasiones está justificado, pero bajo ningún punto de vista mejora la comunicación. Si bien hay casos en los que el dato de la identidad de la persona no revela nada, en otros es parte del contexto de la comunicación, y muy relevante.
Un ejemplo claro está sucediendo en los foros de internet y en la redes sociales, en donde los comentarios anónimos o sin un perfil real no tienen una real validez y muchas veces entregan información que no puede ser corroborada de ninguna manera.
“Los buses de Movigas bajarán sus precios y utilizarán tarjetas al estilo BIP a fin de año” reza un comentario anónimo en el sitio web de http://www.elpinguino.com, realizado de forma anónima. El problema es si el mensaje es válido o no como argumento, aludiendo a que viene de un anónimo.
Otro factor relevante son las críticas, garabatos, insultos, sembrar miedo, incertidumbre o duda -FUD en inglés- sobre una organización, empresa, producto, servicio o persona. Lo más probable es que ese anónimo sea parte de la misma organización, o esté directamente afectado, sea de la competencia, un empleado descontento, sólo por nombrar algunos ejemplos.
Lo importante es darse cuenta de si el contenido de un mensaje anónimo variara sustancialmente si se conociera la identidad del emisor y sus circunstancias relacionadas con el mensaje, entonces el valor y contenido de éste está claramente siendo manipulado por el uso del anonimato, y eso no es algo bueno para la comunicación.
La pregunta final es: ¿Vale la pena seguir siendo anónimo? ¿Aporta en algo el anonimato en la red?. Los comentarios, anónimos o identificados, están por verse.