
“Correr es algo que hago desde hace aproximadamente diez años, pero hace tiempo ya que no lo hacía. Para mí no es fácil. Debo primero encontrar un ´partner` que me acompañe”, señala Augusto Melo, no vidente de 54 años, casado, dos hijas, uno de los participantes destacados de la corrida que el fin de semana pasado se llevó a cabo por las calles de Punta Arenas. La prueba, disputada en condiciones climáticas más que adversas, está considerada en la Fiesta Deportiva del Bicentenario que está organizando el Instituto Nacional de Deportes como parte de los festejos por los 200 años de vida independiente de Chile.
Augusto Melo, que completó el recorrido de 10 kilómetros en una hora y tres minutos, corrió junto a Bruce Willett, unidos ambos por un cinturón de velcro. Acerca de cómo volvió a encontrar alguien que lo guiara en el recorrido y le permitiera volver a una actividad que lo apasiona, dice: “Yo trabajo como masoterapeuta acá en Punta Arenas, pero para mantenerme en forma después de mi trabajo acostumbro a ir al gimnasio a entrenar en las máquinas. Ahí conocí a este gringo que anda de paso por Chile, congeniamos y cuando supimos de esta corrida los dos nos entusiasmamos y nos inscribimos para participar”.
Dice que para un no vidente como él no es fácil encontrar a alguien como Bruce. El partner debe ser alguien capaz de adaptarse al ritmo de carrera de quien va a ser su guiado y tener una condición física que le asegure que a la meta va a llegar.
Cuenta don Augusto: “Igual teníamos poco tiempo para practicar. Apenas dispusimos de dos noches para correr por las calles de Punta Arenas y saber si nos podíamos entender bien. Creo que resultó. Al menos llegué a la meta, que era mi objetivo”.
Refiere que no siempre fue ciego. Hasta los 26 años era una persona absolutamente sana, hasta que sobrevino la desgracia: “Sufrí un accidente vascular, un glaucoma hemorrágico que me quitó la visión. Para alguien que sufre esto ya adulto, es terrible. A uno le cambia la vida y cuesta un mundo primero conformarse y luego adaptarse a las nuevas condiciones. Uno es en esos momentos mucho más inútil que alguien que nació ciego y que obviamente no echa de menos un sentido que nunca tuvo”.
Pero lo superó. Entre 1980 y 1982 estuvo en Santiago, sacando un título que le permitiría ganarse la vida. Y como masoterapeuta pronto se hizo un nombre en su austral ciudad, al punto que ahora no se queja por el número de personas que día a día requieren de sus servicios, incluidos entre ellos varios deportistas destacados.
Augusto Melo señala que “llevo una vida feliz junto a mi esposa, Sonia Mardones, y a mis hijas. La mayor se llama María Alejandra y está haciendo su tesis para recibirse de nutricionista, la menor, Camila Alejandra, de 17años, está egresando de la enseñanza media”.
Mientras, sólo espera replicar su rendimiento del pasado fin de semana en otra corrida. Por lo pronto, ya sabe que podrá contar con el “gringo” Bruce como lazarillo. Cuenta: “Los dos quedamos muy entusiasmados y agradecidos de la oportunidad que nos dio el Instituto Nacional de Deportes. Ojalá que pruebas como la del domingo pasado fueran mucho más seguidas, para estar siempre en forma”.