
¿Qué es lo que has podido observar durante este tiempo en materia de adicción con los adolescentes?
“Los patrones son muy diversos. El abanico de alternativas es grande. Hay jóvenes que tienen una estructura particular de personalidad que les permite salir más o menos rápido del consumo. En esto inciden factores familiares, sociales, educacionales y laborales. Son muchas las alternativas y ópticas con las que uno tiene que observar a un chico. El punto de vista del programa de tratamiento es comprensivo-evolutivo. En definitiva tiene que ver con una etapa del desarrollo del sujeto que no es igual para todos. Va a depender mucho del contexto social, del tipo de drogas que consuma, de la constitución familiar y de muchas variables que hacen cada caso único y particular”.
¿Qué tan compleja es nuestra realidad con los adolescentes y jóvenes?
“Pienso que hay que tener cuidado con ese tipo de análisis porque si tu percibes la realidad nacional somos una zona que tiene muy pocos conflictos en relación a la droga y a infracción a la ley. Principalmente porque el tipo de drogas que se consume acá no es de tan alto nivel de daños como sucede en otras zonas del país. Está también la marihuana, a la cual no tienen el mismo acceso como sucede con los jóvenes de otras zonas del país”.
¿De esto se colige que en Magallanes lo que más consume la juventud son los solventes?
“Yo diría que el consumo más importante, en población general, es el alcohol, incluido niños, adolescentes y adultos. Claro que según datos que maneja el Conace existe un significativo consumo de solventes, directamente relacionado con la deserción escolar y la dinámica del desarrollo de ellos. En todo caso no puedo asegurar que sea el consumo más importante en la zona, pero sí puedo manifestar que es un flagelo que persigue a los chicos que lo consumen de manera muy agresiva”.
¿Nos imaginamos que como toda adicción, una vez que están dentro, debe ser difícil para ellos salir?
“No genera dependencia inmediata pero tiene efectos placenteros muy rápidos. Entonces, dependiendo del universo que es la persona, si esto le da sentido va a incrementar el consumo. A diferencia de otros adolescentes que usan solventes pero no les gusta”.
¿El tratamiento para sacar a un niño de este tipo de consumo es muy largo y, cuál es el porcentaje de menores que logran salir adelante?
“Nosotros estimamos que el tratamiento debiera durar entre seis meses y dos años. Principalmente por las características individuales que mencionaba antes. Tienes que tomar en cuenta que nuestro programa está supeditado a la Ley 20.084 que refiere una sanción accesoria para el joven infractor, que es paralela a la sanción principal. Nosotros atendemos solamente a adolescentes que tienen comisión de delitos y que están condenados a una pena principal y, adicionalmente, deben someterse a un tratamiento por el consumo problemático de alcohol y droga”.
¿Y ellos responden a estos tratamientos?
“Es compleja la pregunta, porque efectivamente depende de cada sujeto y de la condición de vulnerabilidad y el compromiso que tenga a nivel sicosocial y ahí volvemos al rol de la familia, porque el entorno es decidor. Con esto te quiero decir que tienen más posibilidades de tendencia al logro si es que hay una familia, colegio y actividades deportivas detrás. A diferencia de quienes presentan una condición de calle y no se vinculan a ningún tipo de pares positivos, manteniéndose en los vínculos viciosos o conflictivos”.
¿Cuántos niños y adolescentes están siendo intervenidos por ustedes, en el programa Cauda?
“Nosotros tenemos 29 plazas, las que van en aumento dependiendo de la demanda que tengamos. No olvidemos que la Ley Penal Juvenil es relativamente nueva y por ende todos los estamentos vinculados a la ley están trabajando en buscar alternativas para mejorar los tratamientos y, también, tratar de que la pena sea la más idónea para el sujeto y no de castigar por castigar, porque hoy propendemos a la reinserción y el tratamiento”.
¿Y donde trabajan ustedes con estos jóvenes?
“Se trabaja en un medio residencial, como es la Comunidad Terapéutica; en el Centro Privativo de Libertad (Aoniken, de Río de los Ciervos) y en el medio libre, donde se trabaja con chicos que están condenados pero no privados de libertad, quienes reciben tratamiento ambulatorio”.
¿Y de las 29 plazas están todas copadas?
“Sí, incluso, de ser necesario, se trabaja con sobrecupo cuando hay derivaciones a través de una sanción dictaminada por el juez. También tenemos ingresos voluntarios, de chicos que pueden estar privados de libertad y no fueron sancionados con accesorias, y otras instituciones se dan cuenta que el menor tiene consumo, los envían con una evaluación primaria, así que por lo general siempre hay una sobredemanda”.