Algunos de los funcionarios de Gendarmería de Chile que cumplen servicios en la cárcel de Punta Arenas y en la de Porvenir, y que alguna vez estuvieron trabajando en “la Peni” (Penitenciaría de Santiago), dicen que esto equivale a un período de descanso que les ha permitido recuperarse de períodos negros en sus carreras.
Asimismo, es una destinación atractiva porque el número de reclusos es notablemente menor que en la capital, son menos agresivos y las familias también son “pacíficas”, también porque el 105 por ciento de zona que les permite mejorar sus sueldos es atractivo y motivador.
Y para comparar existen las estadísticas: en la región hay 280 reclusos -en cuatro centros de cumplimiento penitenciario- y la dotación de Gendarmería de Chile en Magallanes alcanza a 349 funcionarios, lo que no es malo para ellos.
Pero el trabajo no es fácil, porque exige guardias de cuatro horas en cada una de las garitas de los recintos penales, sin importar las condiciones climáticas imperantes; hay que trasladar a los presos a los tribunales, preparar el rancho, atender tareas administrativas, mantener sistemas internos de control y vigilancia y estar siempre atentos a un eventual brote de violencia entre los reclusos, es decir, se vive en alerta permanente, tanto en Puerto Natales, como en Punta Arenas, en Río de Los Ciervos y en Porvenir.
Aunque es mejor tener que responder por 0,8 reos que por 3,5, como en Tarapacá, 3,2 en Arica-Parinacota, 3,4 en Coquimbo, 3,2 en Valparaíso o, curiosamente, por 2,4 en la Región Metropolitana.
“Trabajamos cerca de un material humano más peligroso e inestable que manejar nitroglicerina, porque se ven caras y no corazones”, afirmó un funcionario con casi veinticinco años de servicio, porque de repente, como pudo apreciarlo en otros recintos de Chile, la ira, la frustración, los problemas familiares o el temperamento de cada reo, revientan con fuerza casi incontenible contra otros internos y en contra de los gendarmes y, a veces, no se necesita una provocación mayor para destapar un avispero que muchas veces deja heridos y muertos.
“En Antofagasta, por ejemplo, el último tiempo se han contabilizado cinco homicidios en medio de riñas internas que superan los controles que dicen aplicar los jefes de las bandas organizadas al interior de los recintos penales”, confirmó este funcionario, desde lo que llamó “un anonimato necesario para mí y mi familia”.
Presencia masculina
Los hombres son quienes predominan en la estadística de Gendarmería de Chile porque -se explicó- el robo, en cualquiera de sus formas es ejecutado por varones.
Es difícil, aunque también se da, que una mujer premunida de un arma blanca salga “a parar la olla” o “a carnear giles” mediante ese delito, son más bien cuenteras, mecheras o están en la droga.
Las cifras indican que en las cárceles del país hay 45 mil 523 reos, de los cuales apenas el ocho por ciento son mujeres, es decir, unas cuatro mil.
Y el listado de delitos por los cuales están recluidos lo encabezan el robo, con 22.600 reos; las drogas, con poco más de 10 mil; homicidios, con poco más de 4 mil; 3.600 por delitos sexuales; control de armas, con unos 2.600; ley de menores, 479; del tránsito, unos 800; de alcoholes, 55, y llama la atención que no estén los autores de “portonazos” o se les considere dentro del rubro otros, que suman unos 6.000.
Y otros datos curiosos: por delitos económicos hay 304 reos; por secuestro, 237, y por actos terroristas, sólo 18 reclusos.
Para atender a toda esta población, Gendarmería de Chile tiene entre sus filas a casi mil oficiales; 13 mil 600 suboficiales; 2 mil 400 profesionales (asistentes sociales, sicólogos, médicos); unos 800 técnicos, poco más de mil administrativos y unos 250 auxiliares, cuyos sueldos han sido calificados como “insatisfactoriamente bajos” y que, por ejemplo, en Antofagasta, una de las ciudades más caras de Chile, donde una pieza se arrienda por 200 mil pesos, les crean problemas graves a los funcionarios, cuyo ingreso promedio bordea los 500 mil pesos mensuales, con zona incluida.