En tiempos de la actual pandemia, marcados por el trabajo y el estudio remoto, contar con una conexión digital deficiente es una de las experiencias más terribles y angustiantes que un adulto o un niño pueden experimentar.
Para un adulto, la caída de la red, el faltar a una reunión virtual o no poder realizar su trabajo diario, puede volcar sobre sí una tensión casi insoportable, agravada por la precariedad laboral que ha traído la pandemia.
Para un niño en edad escolar, el resultado puede ser aún más angustiante. Como dijo Cecilia Cárdenas, presidente de la Junta de Vecinos Llau Llau de Punta Arenas. “En el caso de los niños, claramente quedan en desmedro de los otros niños que, a lo mejor tienen mejor conexión en la ciudad. Entonces, los niños finalmente quedan desconectados y, por ende, se atrasan y pierden clases”.
Cárdenas vive en el sector periurbano de Punta Arenas, donde al igual que tantos otros vecinos de la capital regional en El Andino, Pampa Redonda y Agua Fresca, la falta de conexión domiciliaria a internet, genera una profunda inquietud y un gran impacto en la calidad de vida de adultos y menores. “Trata de bajar la ficha del Registro Social de Hogares… todo depende de la ubicación y de dónde esté la señal, eso es relativo, porque el problema es que la señal es deficiente. Pero los niños acá no pueden tener clases virtuales, eso sí te lo aseguro”, dice Rodrigo Ojeda, dirigente vecinal de Agua Fresca.
La situación es aun peor en las comunas de Tierra del Fuego, como Porvenir, Primavera y Timaukel, donde la calidad y cobertura de la conexión domiciliaria es mucho peor y cientos de estudiantes, tampoco han podido tener clases online, a pesar de la pandemia.
Los graves problemas de conectividad digital que han afectado tan duramente a los habitantes de la Región de Magallanes en el último tiempo, desnudaron con brutal crudeza, los logros de unos y la incompetencia y pequeñez de otros.
A pesar de la millonaria inversión de recursos públicos y privados, la región más austral del país sufre hoy, más que nunca, las graves consecuencias en su calidad de vida de una de las peores conectividades digitales de todo Chile: un accidente en Argentina bastó para que los habitantes y empresas de Punta Arenas, perdieran toda una mañana de trabajo el 2 de junio, por la caída de la red digital de Movistar. La multinacional, heredera de toda la infraestructura pública de la antigua Compañía de Teléfonos de Chile (CTC), posee una participación de mercado del 80% en Magallanes. Sin embargo, a pesar de ello, se ha mostrado totalmente indiferente a la suerte de sus clientes en medio de la pandemia, incluso, a pesar de los ruegos de las autoridades.
Sin embargo, Magallanes posee (casi inactivo) uno de los sistemas digitales más poderosos y avanzados de todo Chile: la Fibra Óptica Austral, una red digital que se extiende 2.800 kilómetros bajo el mar desde Puerto Montt a Puerto Williams y por tierra, 780 kilómetros, desde Puerto Natales en Última Esperanza hasta el corazón de Tierra del Fuego en Timaukel.
Esta impresionante obra está operativa desde hace un año, gracias a la iniciativa e inversión privada de las empresas CTR (troncal submarino), Conductividad Austral (troncal terrestre) y el apoyo del Gobierno de Bachelet que otorgó un subsidio de $4 mil 888 millones para hacer posible este ambicioso proyecto, todo ello a instancias del entonces intendente de Magallanes, Jorge Flies, quien promovió, defendió y consiguió materializar este proyecto ante el nivel central.
Y es que los grandes proyectos, sobre todo en un país pequeño como el nuestro, difícilmente pueden conseguirse sin la participación y esfuerzo de todos los actores involucrados, público y privado. Innúmeras gestiones y dos licitaciones, una de ellas fallida y la segunda aprobada in extremis, hicieron posible lo que parecía imposible: hoy, una carretera digital del más alto nivel tecnológico está disponible a pocos metros de los hogares de algunas de las localidades más apartadas de Chile: Caleta Tortel, Laguna Blanca, San Gregorio, Porvenir, Cerro Sombrero y Timaukel.
Desgraciadamente, para tantos estudiantes, profesores, médicos, pacientes, profesores, empleados públicos, funcionarios policiales, Fuerzas Armadas y los usuarios en general aquí en Magallanes, todo ese esfuerzo y tenacidad sigue, todavía, sin dar frutos: ni el Estado, ni las grandes empresas de telecomunicaciones se han interesado en conectarse a la red de Fibra Óptica Austral.
Sólo tras un apagón digital de tres horas en la zona austral, sumado a la presión del alcalde Radonich y la Subtel, Movistar anunció que se conectaría a la fibra óptica submarina (Puerto Montt, Punta Arenas, Puerto Williams) durante el tercer trimestre de este año… pero se negó a conectarse a la fibra terrestre que va desde Puerto Natales a Timuakel, a pesar que ya posee una red que llega hasta Porvenir, pues considera que ese tramo no es rentable. Si el Estado, ni los clientes hacen mayor presión sobre la compañía, ¿para qué gastar más dinero?, es la consigna de Movistar.
Otras empresas como Entel, Claro y WOM, con una participación de mercado mucho menor en Magallanes, tampoco han mostrado mayor interés por conectarse a la red terrestre y, al igual que Movistar, se han negado sistemáticamente a ampliar su cobertura de antenas en el periurbano de Punta Arenas, donde extensos sectores poblacionales de la propia capital regional, siguen sin conexión domiciliaria. “Si ésa es la actitud que tienen con nosotros, ¿qué más queda para los habitantes de Tierra del Fuego?”, dijo Cecilia Cárdenas.
En contraste, la empresa CTR, administradora del troncal submarino, anunció que realizará, por su cuenta y riesgo, construir de la tan imposible “conexión de última milla” en Puerto Williams, Punta Arenas y, más adelante si se puede, en Porvenir. “Decidimos tomar el asunto en nuestras manos, cuando vimos que las telefónicas no se interesaban”, dijo el gerente Comercial de CTR, Daniel Vergara.
Si la desidia de las grandes empresas de telecomunicaciones por el desarrollo de Magallanes es impresentable, el desinterés del actual gobierno por el desarrollo de este proyecto, es una muestra de incompetencia y mezquindad política insólita, mediocre y hasta irresponsable.
Hace más de un año que la fibra óptica está concluida y operativa y, también hace más de un año que las grandes empresas de telecomunicaciones y el Estado parecieran haberse desentendido de ella. Es tan ridículo como si en los 90, tras construirse la doble vía Santiago-Puerto Montt, las empresas de buses y de transporte terrestre insistieran en unir ambas ciudades por caminos secundarios de ripio o pavimento de regular calidad para no pagar los peajes. De hecho, hubo algunos recursos judiciales en ese sentido. Pero entonces, los gobiernos de la Concertación se pusieron firmes y exigieron que, guste o no, el tránsito debía hacerse por la doble vía recién construida, debido a su gran importancia para el país. Sencillamente, no había dinero en Chile para construir una ruta alternativa sin peajes y al gusto de algunas empresas y particulares.
Nada de eso ocurrió en este caso. El gobierno de Piñera simplemente, se cruzó de brazos y afirmó que “esto era un trato entre privados”, con lo cual echó por tierra el esfuerzo de tantas personas por brindar a la zona austral su anhelada conectividad. ¿Acaso el hecho que este proyecto hubiera sido impulsado por la administración Bachelet provocó que Piñera lo abandonara a su suerte?, si veía que un proyecto tan importante para el país no avanzaba, ¿no podía acaso levantar una nueva licitación para la tan difícil conexión de última milla, por último, en colaboración con el Gobierno Regional al que tantos recursos le solicitó el año pasado?
Lo insólito es que mientras nada avanzaba, Piñera se fue a pasear a la Antártica a anunciar que “Chile reforzaría allí su presencia”, mientras en Punta Arenas, puerta de entrada al continente blanco, seguían los problemas de conectividad.
Pero lo peor y más insólito es que en todo este tiempo, el gobierno poco hizo por acelerar la ocupación de la Fibra Óptica por parte del propio Estado. Hoy, ninguna escuela, municipio, hospital, posta o consultorio, ni la antigua Intendencia o siquiera la Seremi de Transporte y Telecomunicaciones, nada de ello se ha conectado hasta ahora a la moderna red de fibra óptica construida a costa de millonarios recursos estatales y privados, disponible a pocas cuadras de sus edificios.
La razón es que muchos ministerios tienen contratos a nivel nacional, ya firmados con determinadas compañías de telefonía que los ministerios, en particular Salud, Educación o Interior, no se han esforzado en modificar en favor de los habitantes de Magallanes.
Y si ellos que tienen vidas en juego no han sido capaces de conectarse, ¿con qué cara el Estado podrá reprocharle a las telefónicas que no hagan lo mismo?
Al menos, las telefónicas podrán decir que su objetivo es el lucro, pero el Estado tiene como objetivo el bienestar y el futuro de los habitantes de Magallanes y con él, el de todo Chile. Pero irresponsablemente, eso no contó.