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ara nadie es un misterio que el gobierno que triunfa en una elección se reserva el derecho de elegir y poner a quien quiera en los organismos del Estado. Aun así, no entendemos por qué en la práctica, se comportan como si tuviera poderes ilimitados para que el gobernante disponga de sus incondicionales en los cargos del Estado sin el mínimo respeto por la ética en la función pública.
Una relación que ocurre de igual manera para todos los movimientos políticos cuando llegan al poder, sea de izquierda, derecha, centro, etc. ya que, con los copamientos de los organismos del Estado, lo que se ven y aquellos que no, los gobiernos concentran más autoridad en la utilización del poder público a su servicio para así llevar a cabo sus proyectos. Y como queda claro, esto sucede cualquiera sea la ideología.
Sin embargo, afianzar esa autoridad no significa necesariamente sobre poner nuevos funcionarios para manejar o dirigir las políticas públicas en desmedro de los empleados de carrera.
Llegada la oportunidad, las llamadas bolsas de empleo hacen presencia con todos sus comisionados de importancia y relevancia, buenos sueldos de por medio, usufructuando muchas veces del poder del Estado para beneficio de la organización, afectando directamente a los organismos públicos a los que ingresan. No quedan aparte las agrupaciones políticas nuevas como el Frente Amplio (FA), que con poca experiencia de por medio no dejo de acomodarse.
Pero principalmente, el tema del perjurio de estas prácticas recae en la incapacidad de no concentrar toda la eficiencia necesaria en las materias que son de interés para la comunidad. Es decir, no se mantiene centrada la atención en lo que quiere la gente, sino en lo que quiere el partido. Lo que evidentemente es la forma característica y criolla de hacer política, la manera en que el país entiende cómo se concibe. Una manera bastante sui generis e inadecuada, en virtud que se rompe la lógica de la meritocracia, se desmigaja la lógica de la capacidad, de la inteligencia, del esfuerzo y al final todo se transforma es una repartición distributiva entre muchos; los famosos cueteo políticos.
Por consiguiente, qué pasa con la meritocracia, la profesionalidad de quienes sirven en la Administración Pública, con el fin de lograr transparencia y calidad en la atención a los ciudadanos. Dónde queda todo el discurso que da la derecha sobre el mérito propio, de construir en base a las capacidades para mejorar la función. La verdad se hace gárgaras con la meritocracia, ahora el FA en gobierno más aún. No ha cambiado este esquema en lo absoluto, tan solo se exigió que coloquen otro sitial en el prorrateo del poder, lo certificamos en la Corte Suprema donde ya han elegido ministros visados por el FA.
En otras palabras, esto señala que en nuestros partidos políticos pueden existir diferencias ideológicas, pero a la hora de copar el Estado, son todos ambiciosos, quieren tenerlo todo, pagan favores políticos e instalan mecanismos perniciosos y viciosos, aprovechándose de la falta de fiscalización y de control de los sistemas políticos, más aún valiéndose de la cultura política que se lo permite.
Sólo se disminuyó este proceder tras los casos de corrupción; el caso coimas, con el acuerdo entre en el gobierno de Ricardo Lagos y Pablo Longueira. No obstante, a pesar de estos acuerdos aun así no se han terminado las malas prácticas. Y me temo que seguirán produciéndose, ya que son inherentes a la política, al final de todo se deben pagar los favores prestados en campañas, a la deuda electoral contraída.
Se supone que la política es por una convicción ideológica, por el deseo de prosperar tu país y no por querer aprovecharse de la situación. Acá peca el FA, quien tras tanto criticar en su momento, ahora igual usufructúan y se comportan como se han comportado todos.
Entonces, el copamiento de los funcionarios públicos es una realidad, muchos nombrados ocupan sus cargos. No obstante, no saben utilizar ese poder que se les confiere generando la crisis de la actualidad. Es preciso que los funcionarios públicos mantengan su independencia e influencia, que en lo concreto se vea lo correcto de las políticas públicas. Eso es lo que debemos cambiar, que esta mala costumbre se vaya erradicando en Chile y en el resto del mundo.