La invención de la escritura ha sido una de las mayores revoluciones tecnológicas de la historia. Esas letras –que niños y niñas de primero básico comienzan a copiar con esfuerzo en sus cuadernos– convierten el lenguaje en algo tangible y duradero, capaz de construir significados, relaciones e identidades más allá del aquí y el ahora. En otras palabras, al aprender a leer y escribir, niños y niñas no solo acceden a lo que otros han registrado y aprendido para ellos -historia, arte, ciencia, matemáticas, solo por nombrar algunas áreas del desarrollo humano– sino que también aprenden a habitar el presente y anhelar futuros posibles.
La literacidad –capacidad de leer y escribir, pero también de entender, interpretar y usar la información escrita en la vida– cuenta con más de cincuenta años de evidencia que permiten establecer cuáles son las prácticas más adecuadas para que esos niños, niñas y sus profesores, puedan avanzar por el camino de las letras de manera confiada. Pero sucede –como en muchos ámbitos– que existe una gran distancia entre la academia y la vida de las salas de clases.
La solución es todavía más antigua que la escritura: sentarse a intercambiar saberes, como han hecho hombres y mujeres desde el principio del mundo. Así que eso fue lo que hicimos -convocadas por la iniciativa Por un Chile que Lee e inspiradas por ProLEER- un grupo de formadoras de docentes, investigadoras, asesoras en fundaciones educativas, hacedoras de políticas públicas, diseñadoras de programas y docentes de aula durante los últimos dos años. Uno de los resultados fue el diseño de un programa de formación docente en didáctica de la lectura y la escritura inicial que durante este primer semestre se está implementando en cuatro universidades. Proponemos que las y los responsables de formar a docentes de Educación General Básica a lo largo del país puedan revisar y adaptar este programa para su implementación.
Reafirmamos la importancia de los esfuerzos que por estos días se realizan en las aulas, pues la lectura y la escritura son los medios privilegiados para aprender en todas las asignaturas escolares. También inciden en el desarrollo del pensamiento, ya que los humanos pensamos mientras leemos y escribimos. La mayoría de las interacciones en la sociedad están mediadas por la palabra escrita. Leer y escribir es comprender el mundo y participar en él.